martes, 2 de febrero de 2016

“Porque he ganado”

Los dos partidos perdedores de las elecciones son el PP y el PSOE. Esto es lo que le pasa a los partidos que se hacen antisistema. Suena a gamberrada, me dirá alguno, pero no. De hecho, los antisistema, esos gamberros oficiales —pancarteros, perroflautas y pavorosos radicales—, resulta que a base de defender cosas tan antisistema, tan anticuadas y tan vergonzosas e impresentables como la medicina pública, unos sueldos dignos, las libertades fundamentales de las personas y de los pueblos y un trato laboral algo más apartado de la esclavitud que el actual, los han dejado con la huesa al aire. Y lo que queda por descarnar todavía de tan institucionales osamentas...

Pero perdedor, lo que se dice perdedor, el que más, el primero. El que ha sido el ganador en votos, ese es el principal perdedor. No me dirán que no tiene la cosa su guasa. Su brillante ejecutoria al mando de la patera a la deriva le ha quitado la mayoría absoluta, la mayoría simple, la suficiente a secas y la mayoría cualquiera. A los efectos, como si fueran Vox o UPyD. Prácticamente, carecen de toda posibilidad de gobernar, incluso contando con la ayuda de, por ejemplo, Felipe González, José Bono o José Luis Corcuera, esos centuriones, y aun con todos sus lansquenetes empujando con las alabardas.

Pero hasta con tales apoyos los brillantes vencedores lo van tener peor que difícil, porque ya no quieren hablar con el PP ni los obispos, ni el señor IBEX, que es un mandamás importantísimo y eminente, ni la banca con sus antaño doblones —hoy mitadones, y gracias... gracias a nuestra ayuda, se entiende—, ni los panameños del Canal, ni los saudíes del tren, ni siquiera sus propios vástagos, que se van pasando con armas y bagajes a Ciudadanos, renunciando a la herencia, a la bendición paterna, a la primogenitura y al plato de lentejas, a lo que sea, con tal de salir de esa casa de los cien mil ladrones. Vivir para verlo, y con lo principal y buenísima mansión que parecía aquella residencia... Pero es lo que tienen las familias de gaviotas cuando medran en exceso. Preciosas y majestuosas aves, pero gritonas, carniceras y amantes de los vertederos y el alimento putrefacto donde las haya.

Porque incluso los que desearían alguna comunicación o comulgan aún con sus planteamientos tampoco pueden hoy hablar tranquilamente de nada con ellos, porque ya es un saber universal que contaminan lo que rozan, y no es un decir este contaminar. Es que cualquiera que se les acerca y trata con ellos sale infectado, trastabillando, menoscabado, señalado con el dedo y, lo peor de todo, lo verdaderamente insufrible, menguado de respetos, de prestigio, de predicamento, la carrera deshecha, el futuro inexistente, los pisos embargados, la cuenta intervenida, a veces camino del juzgado o de presidio y hechos un hazmerreír hasta para su señora y los niños. Un cuadro, vamos.

Este es hoy el día a día del PP, y hasta esos empresarios amigos, afines o semialineados y que de siempre hacían gala de la mayor libertad intelectual en lo tocante al respeto y acogimiento de normas y formas, que sé yo... ejemplos altísimos de esa casta, Díaz Ferrán, Ruiz-Mateos, Mario Conde, Gil y Gil, el Bigotes... hoy ya todos puestos en condiciones de no hacer más daño, han dejado su lugar a otros de parecida cuerda, pero que ahora tienen que medir muy bien lo que vayan a proclamar de bueno sobre sus amiguísimos y valedores, no sea que lo que pudieran ganar por una parte, se les fuera en imagen, abogados, cataplasmas y caídas de ventas por la otra... Y con creces.

Es más, el rédito hoy funciona al contrario. El PP sostiene a la CUP, beneficia a ERC, mantiene viva —aun a pesar de sí misma— a Democracia y Libertad, acrece al PNV y a Bildu y a cualquier segunda marca local de no importa dónde, sin que cuente demasiado lo que digan o pidan. Sencillamente, el PP es hoy en día el donante universal de prestigio y de votos y cualquiera, a su lado, refulge de dignidad y de bondades, quien se le contrapone, se encumbra. El PP es el grupo 0 negativo, curioso nombre. Todo partido que lo pincha con una aguja y un tubito recibe una salvífica transfusión de sufragios. Y no digamos ya Podemos o Ciudadanos, sencillamente, no existirían sin ellos. Le deben, primero, la vida y, segundo, el acucioso amamantado por parte de tan profesional aya nutricia y las leches de crecimiento amorosamente administradas.

Bueno, a cualquiera no benefician, perdón, tengo que matizar. A todos menos al PSOE, que esos no le quitan ya un voto ni a Joker vestido de Hannibal Lecter o a Hannibal Lecter vestido de Joker que se presentara a la cabeza de un partido con las manos chorreando sangre inocente. Pero lo dejo aquí, al PSOE le toca luego.

Y es que el PP es, como las redes proclaman con su infalible capacidad de lectura e interpretación de la realidad, el partido más imputado, quién podrá negarlo, aunque a ellos mismos diríase que poco parece importarles, a juzgar por su comportamiento y a mayor abundamiento de desvaríos. Y no digamos ya al gallegazo al mando que actúa como dolido y resentido con el universo todo, él... que ha ganado. Le preguntan qué hora es y contesta: —He ganado—, le preguntan si se presenta a la investidura y dice: —He ganado—. Le preguntan por qué no se presenta a la investidura y él: —Es que he ganado—. Le preguntan que por qué no habla con alguien y él: —Ya le he dicho que he ganado, señorita—. Le pegan una patada al raca-raca, se desmonta el cachivache como un puzle metálico, cataclín clin clin clin clin... y cada pieza que va rodando o rebotando por el suelo va gritando —¡He ganado, he ganado, he ganado!—.

Porque ganar, en el Evangelio Mariano, es infinitamente más importante que estar imputado, ¡dónde va a parar! Imputado el partido como tal, imputado el  exvicepresidente del Gobierno, imputados secretarios de estado, exministros, altos cargos de empresas estatales o de las Cajas descontroladas por controladas, imputada y en juicios media ejecutiva de Madrid, imputada toda la de Valencia, otro buen pico de la gallega y la de las Islas Baleares, pero de Cuba, Filipinas y Sidi Ifni, no, porque ya las perdieron antiguos y cobardes antiespañoles, antecesores de los actuales, de esos que han perdido.

E imputados sus tesoreros todos, y residiendo en la cárcel varios de los antaño intocables. E imputados, y en la cárcel también o en espera de juicio con el mismo y previsible final, la mitad de la clase empresarial con la que han, digámoslo suavemente, interectuado. Y hasta los Borbones que más los han rozado están también en el banquillo, y eso sí que es hazaña que no había logrado nadie en cuatrocientos años. Pero nada de ello tiene mayor importancia. Son comportamientos individuales, quisicosas, contrariedades, pelillos a la mar...Y envidia, mucha envidia. Porque han ganado.

Por añadidura, allí donde no están imputados, en Cataluña y País Vasco, por ejemplo, rozan casi otro estado parecido, pero un estado que, visto desde su punto de vista, sería incluso peor, el de extraparlamentarios. ¿Y por qué tanta desafección? Pues ellos no lo saben. No lo saben, no lo conciben y así se lo dicen unos a otros y a cualquiera que los quiera oír. —No nos quieren, no hay quien lo entienda—. Se habitan perplejos, se viven dolidos, los reconcome la ingratitud ajena.

Y en estas, para ver de quedar bien, supongo, y con la misma impecable gallardía con la que le ha ido quitando la prestación a los paralíticos, la beca a los zagales más prometedores y avispados y obligando a pagar las medicinas dos veces a los jubilados y a los enfermos, llega don Mariano el Impasible y le hace una pedorreta al rey mismo, cuando este le propone —porque ha ganado— que intente formar un gobierno.

Haciendo amigos. —¡Quiero que seas mi amigo, hijo de puta!, porque he ganado... ¿te enteras?—, y ¡zas!, un viaje a la cartera, otro al culo, un cabezazo en la nariz y un rodillazo en la ingle: —¿Pero se puede saber por qué no quieres ser mi amigo, so cabrón?—. Y le desenchufa el marcapasos a su madre.

Pero ahora se queja de que no le cogen el teléfono y de que sus interlocutores no le prestan la debida atención al plasma. Pero es que hasta su callista tendría hoy que pensarse muy seriamente si le conviene o no atender a una llamada suya.

—Paco, ¡coño!, a ver si miras un poco mejor a los que admites como clientela, que nos vas a buscar la ruina a toda la familia—.
—Josefina, mujer, pero si es el Presidente...—
—No, Paco, no... era, era...Y a mí no me gusta ese tío, mira muy raro...—

Y es que si se acerca al Bernabéu y pierden los blancos, la cosa, seguramente, en lugar de quedar en un acontecimiento normal, un partido perdido, se saldaría con que igual se deja otros veinte mil votos. Y así no se puede ir a ninguna parte. Ni al Bernabéu ni al Congreso. Toca el timbre y sube el pan. Abre un grifo y en Almería se produce una riada, un terremoto en Palencia, pertinaz sequía en Lugo y baja el precio de las exportaciones.

—Así que mejor me quedo en casa analizando a fondo el Marca, Viri...—
—¡Soraya, las zapatillas, un vermú y unas almendras, marchando! Y dime cómo va lo de las consultas de Su Majestad o... bueno, no, déjalo, si eso, ya me cuentas mañana... total, pa' qué...—

Su caso es hoy un imposible.

Pero, eso sí, el PP parece un monolito a su alrededor. No se oye ni una voz, ni un susurro, ni una discrepancia sobre los tres últimos decimales de una factura, no se transparenta la mas mínima duda sobre cualquier asunto metodológico, ideológico, ontológico o siquiera odontológico. Si a alguien le duelen las muelas, se calla, si lo concome el cáncer de la duda o un estrujón de conciencia, se calla, si no aguanta al jefe, se calla, si tiene que decir algo, se calla, si le invitan a hablar, se calla, si antaño hablaba de más, se calla también. Sólo se permiten tres palabras, España, reactivación y gobernabilidad. Y sólo con su combinación y permuta, más los artículos, verbos y adverbios necesarios para articular frases, se emiten discursos de noventa días de duración, para su glosa por la prensa que, tras experto y dificultoso análisis, llega a la conclusión de que hablan de España, de reactivación y de gobernabilidad. Y le hacen la ola.

Y al PSOE... secundariamente, ¡ay, madre!, pasarle, lo que se dice pasarle, le pasa más o menos lo mismo. Sólo que son el segundo partido más perdedor y el segundo partido más imputado, y las cuentas les vienen a salir más o menos por el estilo, como las segundas cuentas del Gran Capitán. Pero manejan el asunto por completo al contrario, como si sus cuentas fueran las de Google. 

Se juntan, pues, en su tradicional junta secreta de vecinos para ver si se les ocurre qué hacer, y les filtran las conversaciones, el color de las cortinas, el menú y el estado de cada taza de inodoro de la sede, con fotos. Y en el audio solo se escuchan los ayes desgarradores de los torturados y ejecutados y los silbidos de los cuchillos más que las voces de los artistas. Parece un congreso de faquires o el infierno de Dante o de El Bosco. Uno, con una espada atravesada del ombligo al hombro, otro, un orate desnudo subido a una mesa gritando ¡Ezpaña, Ezpaña, Ezpaña!, otro más, con la cabeza bajo el brazo hablando de su integridad, otro, en la tribuna y con el rostro erizado de pinchos e imperdibles, perorando sobre la prohibición de los objetos punzantes, la de más allá sentada en un caldero hirviendo del mejor aceite de Jaén y echando por la boca víboras y escorpiones, un barón tragando orines por un embudo que otro barón rellena solícito... En fin, la extracción de la piedra de la locura, pero mejor explicada que por un cicerone del Museo de El Prado.

Al jefe lo llaman de todo menos guapo, aun a pesar del único y establecido consenso sobre que es lo único que es, el del quinto le dice al del sexto que su música es inaguantable y que odia las sardanas, las muñeiras y el txistu, el del tercero le pega una pedrada en el ojo al del cuarto y le avisa de que por no ser ni frío ni caliente le vomitará de su boca. El violinista no para un minuto de tocar la trompeta, el carpintero y el profesor de química cosen y recosen banderas de España como las antiguas heroínas de los asedios de Galdós, el jarrón chino saca panza y se lía a mandobles con el ideólogo de guardia, y el órgano entre congresos lo tocan a veinticuatro manos todos los que ya perdieron sus cargos, cada cual con una partitura diferente, bien se entiende. Pero, con trabajo y afición, los analistas podemos reconstruir diferentes notas de Libertad, libertad, sin ira libertad, Marcial, tú eres el más grande, Somos novios de la muerte y Miralá, miralá, la puerta de Alcalá, junto a algunos fragmentos de lieder de Schumann y piezas sueltas de Mahler. Todo a la última, como cualquiera pueda observar.

En definitiva, todo consenso es imposible. Hace cuarenta años los que fusilaban y los fusilados se sentaron a hablar—lo que ya era sentar desiguales— pero se tragaron los sapos que fuera menester y, mal que bien, recosieron las tripas de lo que pudieron. Y el cuero de la piel de toro aguantó como pudo hasta hoy, con más parches que una colcha de patchwork y un look indecente, eso sí, pero aquello cubría las vergüenzas hasta cierto punto y algo de vino daba todavía el pellejo los días de fiesta.

Ahora, es del todo evidente que las costuras del odre revientan de nuevo, pero ya no es posible hablar, las diferencias ideológicas son irreductibles, mayores que entre Trotsky y Stalin y dirimidas finalmente a golpe de piolet. Porque a uno le gusta el fútbol, al otro el baloncesto y el tercero en discordia —nunca mejor dicho— es un ser atrabiliario que no es del Barça, ni del Madrid ni siquiera del Atleti o del Betis, es un  antisistema radical del... ¡Numancia de Soria! ¡Del Numancia!

¿Pero es que acaso se puede concebir algo más español que Numancia? Pues ni con todo y eso lograrán ponerse de acuerdo. Porque han ganado todos.

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